El mundo está lleno de personas que hacen y dicen cosas con todas sus buenas intenciones, sin muchas veces pensar en el impacto que tendrá en las otras personas, incluidos, por supuesto, los niños.

 

“Con las mejores intenciones, se generan los peores resultados” – Oscar Wilde

 

 

Esta frase de Oscar Wilde es, a mis ojos, la mejor descripción de lo que, sin darse cuenta, muchas personas hacen con los niños.

Los padres, abuelos, tíos, amigos … nos preocupamos y actuamos con los niños desde el amor, con el propósito de contribuir a su bienestar, a que estén felices, tranquilos y a que sean independientes. Pero a veces provocamos justo lo contrario por la manera en la que actuamos frente a ellos, lo que decimos y cómo lo decimos.

Lo voy a explicar con ejemplos:

Circula por la red el vídeo de una mamá dando de comer a su bebé. Este no quiere comer, por lo que la mamá saca un muñeco y le dice : -“¿No quieres comer?” y empieza a pegar al muñequito ante la mirada atenta de su hijo.

La reacción del niño obviamente es inmediata: Empieza a comer, y su mamá y la amiga ríen graciosas porque han conseguido su objetivo.

Quiero creer que esta mamá hace esto con sus mejores intenciones… pero, ¿Sabe realmente lo que provoca en la mente de ese niño, y en la de muchas de las personas que hemos visto el vídeo?

  • A su hijo le crea miedo. Miedo de que si no come su mamá le pegará. La persona que debería mantenerlo a salvo y con la que se tiene que sentir protegido le está dando este mensaje : “O comes, o te pego”.
  • También le crea inseguridad, “si no hago tal cosa,¿me pegará?”.
  • Provoca ansiedad en el niño.
  • No ayuda en absoluto a crear una buena relación con la comida

 

¿Y que pasa con los adultos que hemos visto el vídeo?

A muchos nos causa angustia y malestar. El problema está en que quizá a ojos de unos padres que su hij@ no coma “bien” lo vean como una “solución” a su problema, y no.


 

∗ Uno de los casos más flagrantes es el de todas aquellas personas que se creen con derecho a llevar la contraria a los padres ante sus hijos en cuestiones relacionadas con ellos.

Un ejemplo de esto suelen ser los abuelos.

  • Tu estás intentando que tu hij@ coma de todo, pero llega la abuela y le dice : –“¿No quieres el pescado? No te preocupes, te hago un filete. 
  • Intentas instaurar unos buenos hábitos de limpieza, como lavarse las manos antes de comer y un día tu peque decide que no quiere. Estás en plena negociación hasta que llega el abuelo y suelta : –“No pasa nada, antes comíamos tierra, no vas a morir por comer sin lavarte las manos”.
  • Imagina que tu, por lo que sea, dices que no a tu hij@ a alguna cosa y van los abuelos y así por lo bajo le dicen que ellos sí que le dejan …

 

¿Lo hacen con mala intención?

No, claro que no, pero ¿se han parado a pensar en el mensaje que le dan a los niños y en cómo hacen sentir a los padres?

Muchas veces lo hacen con la excusa de “somos los abuelos y estamos aquí para consentir”. Pero esto no es así, ni están consintiendo, están DESAUTORIZANDO a los padres dando a entender que lo que dicen sus progenitores no vale nada ante los abuelos, y por ello, los niños actuarán en consecuencia, provocando muy posiblemente conflictos a corto plazo.

¿Que pasará después?

Pues que esos mismos abuelos que con todas sus buenas intenciones desautorizaron a los padres, regañarán a los niños por algo que ellos mismos han consentido y provocado, lo que generará una gran confusión en los niños, y seguramente un buen cabreo en los padres.


 

∗ Hace unos días acompañamos a papá a un trabajo. No conocíamos la zona así que vimos una oportunidad para explorar y conocer nuevos lugares.

Nos encontramos con un parque enorme (y que en ese momento estaba vacío) lleno de toboganes, escaleras y túneles. ¡Aria estaba encantada!. Empezó a correr, subir y bajar por las escaleras hasta que se dio cuenta de que solo había una forma de subir al tobogán más alto: Escalando por una especie de rejilla (nada segura).

 

Me miró y me preguntó si podía: -“Claro, cariño”, le dije.

Comenzó a escalar, aseguraba los pies antes de hacer otro movimiento, hasta que se quedó sin puntos de apoyo.

Empezó a ponerse nerviosa.

Me puse justo debajo de ella y le dije: -“Cariño, estoy aquí. Puedes hacerlo.”

 

Le di un toque con la mano en uno de sus pies para indicarle donde tenía el apoyo.

Lo logró. ¡Estaba pletórica!. Ver su cara de satisfacción fue alucinante.

Ya llevábamos un buen rato en el parque cuando empezó a llegar gente. Aria pidió descansar un rato, así que nos fuimos a dar un paseo. Cuando volvimos quiso volver a subir al tobogán grande. Ella sabía que era un reto, pero que ya lo había conseguido, así que allá fue.

Pasó lo mismo. Llegó el momento en el que se quedó sin apoyo, por lo que volvió a ponerse nerviosa.

 

Fui hacia ella, pero esta vez se me adelantó una señora que empezó a gritarme: -“¡Dios mío, sube a por ella, se va a caer!”, a la vez que le decía a Aria: -“Bonita, no te sueltes, eres muy valiente, no te sueltes que te vas a caer”.

Aria entró en pánico. Empezó a gritar y a llorar y automáticamente dejó de escucharme.

 

Subí donde estaba y le recordé que ya lo había logrado hacía unos minutos, que podía hacerlo, pero no dejábamos de escuchar a esta señora que seguía gritando que se iba a caer.

Conseguí bajarla. Ella estaba llorando y con un gran ataque de pánico.

 

Nos sentamos en uno de los bancos para tranquilizarnos cuando vemos venir hacia nosotros a esta señora:

-“Tú no puedes subir ahí arriba, ¡no ves que eres muy pequeña!”

Yo le dije que sí que podía hacerlo, y cogí a Aria y nos fuimos, porque en vez de tranquilizarse se estaba poniendo más nerviosa aún.

 

No me cabe duda de que la señora, con todas sus buenas intenciones intentaba ayudar, pero no lo hizo. Provocó que una niña de tres años entrase en pánico y pudo haber echo que se cayese de una altura considerable, haciéndose así, muchísimo daño.


 

Nuestra vida está salpicada de errores: egoísmo, salidas de tono, celos, agresividad… y por supuesto buenas intenciones que acaban afectando a otras personas de manera negativa.

 

Pero es que así es la vida, lo bueno de todo esto es que estamos aquí para aprender.

Decía Álex Rovira:  “Si no hacemos, si no transformamos la realidad a partir de una acción operativa, de nada nos sirven las buenas intenciones.”

Así que toca transformarse, mejorarse y aprender de nuestros errores y descubrir nuevas maneras de vivir, más auténticas, respetuosas y emocionantes.

 

Un fuerte abrazo.